El ojo de los gatos ya no da la hora
y las sombras del árbol ya no saben
donde está la soledad
el aire se vuelve más delgado para tocar mi frente
y secar las lágrimas en la cara del otoño
el polvo señala el lugar donde nunca nadie dijo nuestro
nombre
las estrellas parpadean para que el océano deje de buscar
tus manos
y el viento de otras patrias toca la bandera
el cielo mexicano es un río que se seca en los ojos de los
muertos
el ocaso ya no puede leer las cartas que se queman
ni decirnos qué color tiene la sangre
cuando nos quedamos solos
el viento apunta al Sur y mi nombre se borra del polvo
los ojos de la noche no alcanzan el espejo
y los faros ponen unas gotas de brisa en la niebla
un susurro más tenue que los pasos del humo
soy la sombra de una estatua sin rostro
y las palabras, sombras de mis manos tocando lo desconocido.